¡Bienvenidos a la primera entrada de la serie de “Historias
extra”! A partir de ahora, os iréis encontrando de vez en cuando entradas con
este encabezado, y lo que podréis encontrar en ellas será, básicamente, un
pedazo de historia que, por una u otra razón, no ha cabido en el fic principal.
Podrán ser tanto pequeños spinoffs (con
sus diálogos, su narración y todo lo demás), como es el caso de hoy; o bien una
explicación o la historia de cómo sucedieron ciertas cosas (de una forma más
detallada o específica que en las entradas de “Conociendo a…”, más generales).
Así que para la historia de hoy, vamos a tener que viajar
hacia atrás: concretamente, hasta el capítulo 27 del fic: “Emergencia”. Puede
que lo recordéis por ser uno de los capítulos más dramáticos hasta la fecha:
Bruce viajando hasta Londres para intentar consolar a Lily, reconciliar a
Theodore y Tracey (consiguiéndolo milagrosamente), y encontrándose por
casualidad con Eve, lo que le llevó a más tensión y drama de lo que Bruce es
capaz de digerir…
Pero centrémonos en el objetivo del viaje. La gran charla
entre Theodore y Tracey, que acabó en un enfado monumental, rompió cualquier
tipo de relación que hubiera entre ambos y forzó a Lily a pedir ayuda para
arreglarlo… Una discusión que en el fic conocemos porque es Lily la que le
cuenta a Bruce lo que previamente Tracey le había contado que había sucedido:
en resumen, hay unos cuantos intermediarios por ahí, lo que hacen que fuera una
escena particularmente difícil de escribir.
Pero, ¿cómo fue en realidad la discusión? ¿En directo, sin
intermediarios contándolo desde su punto de vista? Si alguien tenía curiosidad,
aquí tenéis el misterio resuelto…
“Theodore Nott, como de costumbre, estaba leyendo en el
salón cuando Tracey llegó a través de la Red Flu. Él alzó las cejas ante la
repentina llegada, pero antes de que pudiera decir nada, fue Tracey quien
habló:
—Theodore Nott.
—Tracey Davis—imitó él—. ¿Qué te trae por aquí?
Tracey tenía la
mirada incendiada y los puños firmemente cerrados. No entendió a qué venía eso,
pero ni siquiera tuvo tiempo de pensarlo.
—Theodore Nott, te
quiero.
Theodore alzó las
cejas de nuevo, sin comprender. ¿A qué venía eso?
—Ya—respondió
sucintamente.
Pero Tracey bufó,
exasperada. Por lo visto, esa no era la respuesta que quería.
—Va en serio,
Theodore. Te quiero.
—Tracey…—empezó él,
advirtiéndole.
No quería seguir
ese camino. Sabía a dónde iba a llevar. La primera vez que se acostaron, fruto
de esa tensión sexual que tenían que resolver, decidieron que nunca hablarían
de sentimientos entre ellos. Porque obviamente, no iba a hacer falta. Eran
simplemente amigos, y nunca pasarían de eso. Nunca, estaba claro. Se acostaban
solo para cumplir con sus necesidades fisiológicas, y ya. Nunca habría nada
absurdo como el amor entre ellos. Y los dos habían cumplido perfectamente con
ese pacto de nada-de-sentimientos durante mucho tiempo, incluso a pesar de que
Lily (e incluso Bruce) insinuase que debía haber algo más. Ellos siempre habían
tenido muy claro que no había nada. Que lo único que sentían era la acción de
las hormonas; algo incontrolable para los adultos jóvenes.
Por eso, era tan
peligroso que Tracey llegara de golpe y le soltara eso. Llevaban así un año. Un
exitoso año sin nada de hablar de unos sentimientos que no existían. No
existían…
Una parte de su
corazón pareció saltar ante las palabras de Tracey. Emoción. Una reacción.
¡Tracey sentía lo mismo que él! Pero el resto de su corazón y su mente se
apresuró a aplastar a la otra. Claro que no quería a Tracey. ¡Menuda tontería!
Solo era una amiga con la que cubría necesidades físicas. Tenía que disuadirla
de que siguiera hablando…
Porque con Tracey
mirándole fijamente tras decir esas palabras, la parte de su corazón aplastada
por el resto se revolvía con todas sus fuerzas.
—Tracey, ¿qué?—dijo
ella secamente—. No puedes impedirme que te diga lo que siento.
—Hicimos un trato—gruñó
él.
—Oh, sí. Pactamos
que no hablaríamos de nuestros sentimientos—dijo Tracey con ironía—. Y estoy
totalmente de acuerdo. Pero ¿sabes qué? Ya no puedo aguantarlo más. Es una
estupidez, y Lily tiene razón. Lo sabemos todos y ya no me da la gana seguir
callándomelo. Te quiero, Theo.
La parte de
Theodore que estaba aplastada quiso salir, gritar de felicidad, mostrarse al
mundo y besar a Tracey en ese mismo momento. Pero toda la otra parte se esforzó
inhumanamente en mantenerla recluida. Él no la quería, se repitió infinitas
veces en unos solos segundos. Los sentimientos no eran para él. Él no podía
querer. Y mucho menos a alguien como Tracey… Que era mestiza. Con desagradable
sangre muggle corriéndole por las venas.
La parte aplastada
se revolvió. "¡Mentiroso!", le gritó. Pero en lugar de darle alas,
Theodore dijo:
—Por esto nunca
quise que habláramos de sentimientos. Hablar de algo… Puede llevar a que
exista. Entiendo que no hayas podido guardártelo más para ti, pero Tracey, yo
no te quiero.
Tracey dejó de
temblar y se quedó blanca como la piedra de golpe.
—Mientes—susurró
Tracey, haciéndose eco de lo que le gritaba su corazón.
Quiso rendirse y
decirle que estaba en lo cierto. Pero no pudo. Su mente no le dejaba. ¿Por qué?
¿Por qué no lo admitía?
Ah, sí. Su terrible
y desproporcionado orgullo. Ese orgullo incapaz de aceptar que el gran Theodore
Nott se había acabado enamorando perdidamente de una chica mestiza de la que había
jurado que no se iba a enamorar. Un orgullo que era estúpidamente grande para
su propio bien.
—¿Eso quieres creer?—dijo
sin embargo con calma—Adelante entonces. Pero dime, ¿por qué debería estar
enamorado de ti?
Tracey palideció
aún más. No se esperaba una pregunta como esa. Un golpe tan duro. Unas palabras
que indirectamente le decían que él no había visto nada por lo que valiera la
pena interesarse en ella.
—Nos entendemos…
Como nadie más lo hace.
Algo se removió en
su interior, pero no lo demostró. En cambio, dejó que una sonrisa burlona
asomara a sus labios.
—¿Crees que me
entiendes? Tracey… Siento haber llegado a este punto, pero deberías saber que
estás muy por debajo de mi nivel. Soy un sangrepura, y tú una simple mestiza.
Eso le dolió más
que cualquier golpe. Tracey pasó del terror y la palidez al tono rojo y la
rabia, y cerró de nuevo los puños con fuerza. Los ojos le brillaron con unas
lágrimas que no iba a derramar delante de él.
—Nott, eres el
gilipollas más grande que he conocido en mi vida—declaró con frialdad.
Y entonces, pasó
por su lado empujándole con el hombro, se dirigió hacia la salida y abandonó la
casa dando un sonoro portazo.
Y Theodore se quedó
solo, observando en silencio las llamas del fuego que languidecía. Mientras en
su interior, el odio hacia sí mismo aumentaba.
Cobarde. Era un
cobarde esclavo de su orgullo. Y esclavo de una educación de la que era
demasiado cobarde para apartarse.
"Eres el gilipollas más grande que has
conocido, Theodore Nott" se dijo a
sí mismo.”