Cleo Traymore, prima de Jason, auror y destinada en Irak, encontró el amor donde menos se lo esperaba, en plena guerra, y con quien nunca se habría imaginado: no era ni Sam ni Jack, de quien se había pasado medio enamorada media vida, sino el teniente noruego Ralf Magnussen, con quien en el primer encuentro saltaron chispas... aunque no precisamente de las buenas. Pero eso es otra historia que ya ha recibido su atención. La que nos ocupa hoy también involucra a un Traymore y un lugar muy lejano a Estados Unidos... El Traymore en cuestión es ni más ni menos que Roger Traymore, padre de Cleo; el lugar, Nepal. El año, 1972.
Los protagonistas
Roger Traymore, tal como le conocemos en la historia, es el padre de Cleo, Alison, Elliot y Grace. Nacido en 1951 en el seno de la familia de orígenes antiguos más importante de Texas, fue criado para aspirar a un futuro prometedor, al igual que sus hermanos, primos y el resto de su familia. Fue un Azul en Salem, demostrando su inteligencia, y en la actualidad trabaja como diplomático en la sede del Congreso de Texas en el Departamento de Cooperación Internacional, siendo un experto en las relaciones con otros países. Pero no fue fácil llegar hasta allí...
La coprotagonista de la historia es Lucy Lane, la menor de los hijos de Fred y Pauline, y la única niña tras Alfred, Benjamin y Joseph. Nacida en 1953, fue la única de sus hermanos que siguió los pasos de su madre y fue una Amarillo en Salem. Y al igual que Pauline, siempre sintió deseos de viajar y descubrir qué había más allá del horizonte. En la actualidad, eso se ve reflejado en su trabajo en una agencia de viajes mágica en Houston, Texas, pero empezó muy lejos de allí: su primer empleo nada más salir del Instituto fue como secretaria en el Departamento de Aplicación de la Ley Mágica en la sede del Congreso en Missouri.
Separados por dos años, en Divisiones diferentes, de Estados diferentes, orígenes diferentes y personalidades aún más distintas... ¿Cómo llegaron siquiera a conocerse?
El destino
Tras acabar el Instituto en el verano de 1969, Roger comenzó a trabajar de inmediato en el Departamento de Cooperación Internacional de Texas como asistente; los últimos años en Salem se había interesado cada vez más por la manera en que el mundo mágico se mantenía unido tanto nacional como internacionalmente, y las asignaturas de la rama de Sociología que había tomado solo habían alimentado más su interés, así que no tuvo ninguna duda de adónde dirigirse tras acabar sus estudios. Sin embargo, tras unos meses en el puesto empezó a sentirse frustrado: era un simple asistente, y nadie le prestaba atención. Intentar contribuir solo le reportaba risas y desdén del resto de gente, que argumentaba que era muy joven y sin experiencia. Tras hacer las pertinentes investigaciones, Roger descubrió que había dos formas de ganar esa experiencia que le faltaba. Una de ellas era pasarse años en el departamento, asistiendo a cientos de reuniones y charlas, escalando muy poco a poco hasta llegar a una posición respetable; la otra era marcharse como representante de Estados Unidos al extranjero durante unos años. Roger siempre había preferido la vía rápida, así que no lo dudó: hizo un curso para poder irse al extranjero en el Congreso, y en enero de 1971, año y medio después de salir del Instituto, llegó a Nepal.
Roger había fantaseado con algún país europeo con mucha historia: Italia, Grecia, Francia o algo similar. También le habría valido Egipto, o tal vez los exóticos Japón o China; pero Nepal era un país frío, pequeño y montañoso, con una comunidad mágica reducida, muggles con una situación bastante tensa y con uno de los mayores problemas de avistamiento de criaturas mágicas de todo el mundo. No era el destino ideal para un diplomático, y no era muy difícil imaginarse que precisamente por eso habían mandado allí al crío de diecinueve años que iba a aceptar cualquier destino con tal de ganar experiencia. Pero a Roger le gustaban los retos, y a pesar de todo lo negativo, en Nepal iba a tener mucha más responsabilidad de la que había tenido hasta el momento. Durante nueve meses trabajó como ayudante del embajador estadounidense, un hombre ya mayor que estaba deseando largarse de un país que le había retenido durante demasiado tiempo, aprendiendo de él todo lo posible. Tras ese tiempo el embajador se marchó finalmente, y Roger ocupó su cargo en octubre de 1971. Tenía veinte años, ningún superior en ese continente y la responsabilidad de coordinar mucho más que el apoyo y las relaciones con Estados Unidos.
En octubre de 1971, Lucy llevaba tres meses fuera del Instituto, dos meses trabajando de secretaria en Missouri para la sede del Congreso, y un mes mortalmente aburrida. Sentía como estaba malgastando su vida entre cuatro paredes sin ventanas, mientras había un mundo enorme allí afuera del que no había visto casi nada. Se moría de ganas de dejarlo todo atrás y largarse a explorar, y un día no lo pensó más: salió pronto de trabajar, llegó a casa cuando no había nadie, metió ropa básica de verano e invierno en una mochila y garabateó una nota para sus padres. Entonces se desapareció hasta la ciudad y, evitando usar medios mágicos, se metió en un autobús hacia el sur. Un día más tarde cruzó la frontera con México. Una semana más tarde estaba en Honduras, dos más tarde había llegado a Colombia, y luego se adentraría en el Amazonas. En febrero de 1972 se permitió usar transporte mágico para largas distancias por primera vez en todo ese tiempo, y pidió un traslador para viajar desde Chile hasta la India. Tras un mes en el país, en marzo cruzó a Nepal.
En cinco meses Lucy había conocido muchos lugares y mucha gente, había descubierto muchas maravillas y había oído sobre muchas otras. En India había escuchado muchas historias fascinantes sobre gente que había avistado yetis en el área del Tíbet; cuando llegó a Katmandú, la capital de Nepal, no le costó mucho esfuerzo encontrar a alguien que le guiara en una expedición a las montañas en busca de las criaturas. Lo que Lucy esperaba que fuera una emocionante aventura casi acabó en tragedia cuando ella y su reducido grupo se quedaron atrapados en una tormenta de nieve en una remota cueva, acechados por un numeroso clan de yetis hambrientos. Solo se salvaron gracias a la rápida intervención de los servicios de emergencia del Ministerio de Magia, pero estaban en problemas: los guías porque lo que estaban haciendo no era del todo legal y les faltaban varios permisos de seguridad, los demás por haber participado de ello, y Lucy en particular por ser extranjera. Salir del lío en el que se había metido requirió la ayuda del embajador de Estados Unidos, que ya tenía bastantes problemas en su vida como para añadir a una despreocupada joven estadounidense que hacía locuras.
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Lucy Lane y Roger Traymore |
Roger era serio, estricto, trabajador y estaba obsesionado con cumplir con sus tareas a la perfección, incluso con aquellas que no le correspondían a él. No tenía tiempo que perder; tenía que esforzarse en su puesto al máximo y así pronto podría volver a Estados Unidos con un alto cargo. Lucy era curiosa, alegre, comunicativa y despreocupada la mayor parte del tiempo, pero de inmediato sintió una profunda gratitud por el joven que la había sacado de una oscura celda del cuartel de aurores después de que las autoridades locales la amenazaran con graves consecuencias. Lucy decidió que debía devolverle la ayuda, y aunque Roger solo quería librarse de ella pronto para volver a su trabajo habitual, ella no era de las que se rendían; y en su opinión, Roger se estaba comportando como un viejo aburrido cuando ni siquiera había aprovechado su juventud. Lucy tenía la intención de seguir recorriendo el mundo, pero pausó su viaje por un tiempo para "ayudar a vivir" a Roger. Roger protestó mucho porque Lucy no le dejaba nunca en paz, pero lo cierto era que hubiera podido deshacerse de ella sin problemas si lo hubiera querido; pero por muchas veces que pensara en ello, al final nunca lo hacía. Había algo en esa chica que lo impedía.
Pero Lucy necesitaba seguir su viaje, y Roger tenía que quedarse en Nepal. No había pasado nada entre ellos, aunque en ocasiones estuvieron cerca; técnicamente eran solo amigos. Tras tres meses y sintiéndolo mucho, Lucy se marchó. Continuó su viaje por China, Japón, el sur de Asia y Australia y Nueva Zelanda, pero antes de dar el salto a Europa volvió a visitar Nepal. Se dijo que era solo para hacerle una visita, para contarle a Roger todo lo que había descubierto, para ver lo que había cambiado en medio año. Pero cuando Roger le pidió que se quedara con él, lo hizo.
¿Y después?
Roger y Lucy empezaron a salir oficialmente. Ella se quedó trabajando prácticamente con él: no le faltaba experiencia en relaciones internacionales y se le daba bien el contacto por la gente. Tras casi un año, a finales de 1973, Roger recibió una oferta para volver a trabajar en Estados Unidos: estaban francamente impresionados con su desempeño, y le ofrecían un puesto interesante y con una buena dosis de responsabilidad. A aquellas alturas, Roger llevaba casi tres años en Nepal, dos de ellos como embajador. Aceptó la oferta, y Lucy y él hicieron las maletas. Solo que se perdieron durante cuatro meses dando vueltas por Europa hasta que finalmente regresaron a Estados Unidos... Donde se establecieron después de que Pauline Lane le echara la bronca del siglo a su hija por desaparecer durante más de dos años.
La historia de Roger y Lucy se me ocurrió a grandes rasgos hace ya mucho tiempo, cuando le busqué trabajo a toda la familia de Jason. Con el tiempo, se fue desarrollando en algo más detallado... y me dio mucha lástima darme cuenta de que no habría manera de incluir todo eso en el fic original, más allá de unas pocas pistas esparcidas en varios capítulos. Pero no quería quedarme sin contar nada sobre ellos, aunque sea algo tan superficial. Idealmente, en un futuro estos dos tendrían un spin-off para sus aventuras... Pero como de momento eso es muy improbable, habrá que conformarse con conocer su historia.
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